Odio pintar caballos. Es un hecho. Es repetitivo y monótono. Nunca disfruto con ello y siempre que me ha tocado pintarlos lo he aceptado con resignación. Sin embargo, aquí estoy; sin parar de pintar caballos (últimamente he pintado una treintena para mi ejército de la Guerra de los Treinta Años…). Y no creo que vaya a parar nunca, ya que las unidades montadas, todo hay que decirlo, son una pasada. Con todo y con eso, me gustaría compartir con vosotros algunos truquillos que he aprendido después de pintar varias docenas de caballos, si bien no dejan de ser apreciaciones personales…