Actualizado: 30 de Noviembre del 2020

Durante el siglo XVI, frente al poder expansionista de la triple alianza (Tenochtitlán, Tacuba y Texcoco) se oponía un grupo de pueblos del valle de Puebla-Tlaxcala (Tlaxcala, Atlixco, Cholula, Tliliuhquitepec y Huexotzingo). Estos pueblos formaban la «república de Tlaxcala» , fruto de una alianza para defenderse del Imperio mexica. Aún sin ser conquistados, vivían en un asedio permanente rodeados completamente por tierras tributarias a Tenochtitlán. Metafóricamente, habitaban una isla rodeada por un mar de macanas y dardos méxicas. Por ello iban alimentando paulatinamente, pero sin pausa, un intenso odio contra sus asediantes tenochtecas, el cual encontró fácilmente una vía de escape con la llegada de Cortés. En la siguientes líneas intento explicar un poco como se organizaba el ejército tlaxcalteca, los aliados más importantes de Cortés durante la conquista del imperio mexicano. 

En estos enlaces podéis encontrar todos los artículos publicados al respecto de la Conquista en mi blog. Dado que sigo leyendo artículos y libros al respecto, iré actualizando estos artículos progresivamente. 

Os advierto que yo no soy más que un aficionado en esto de indagar en la historia. Os recomiendo ir a las fuentes originales que acompañan el artículo para tener información de primera mano. 

Los tlaxcaltecas

El reino independiente -o república- de Tlaxcala (“pan cocido”) estaba formado por una liga de 28 ciudades gobernadas desde cuatro capitales (Ocotelolco, Quiahuiztlan, Tepeticpac y Tizatlan), o barrios según Gómara. Cada uno estaba dirigida por un tlatoani, pero la de  mayor peso era el primera, gobernada por Maxixcatzin. Cortés define este reino como una analogía las ciudades-estado italianas de Venecia o Génova. La existencia de esta “isla enemiga” en el interior del imperio mexica podría explicarse dentro de la cosmovisión mexicana. Para que los engranajes de su religión y sociedad funcionaran se requería la sangre de enemigos capturados. Y el cada vez más grande imperio tenochteca tenía que desplazarse a mayores distancias para encontrar tierras enemigas donde obtener prisioneros, lo cual además no aseguraba una victoria, ya que por ejemplo los tarascos derrotaron repetidas veces a los mexicas (probablemente a una combinación de su número, capacidad combativa y a sus legendarias armas de cobre). Por ello, tener este “criadero” dentro de su imperio les aseguraba una vía sencilla para obtener sus ansiados prisioneros en las llamadas guerras floridas. Si bien tampoco hay que ignorar que los tlaxcaltecas eran tan belicosos como los aztecas y contaban con un poderoso ejército con el que habrían evitado ser subyugados por estos últimos. 

El ejército Tlaxcalteca

A pesar de ser férreos enemigos de los dueños del valle de México, los tlaxcaltecas compartían una cultura prácticamente idéntica a la de los mexicas, incluida la organización militar y parte del panteón religioso. Una gran diferencia era que mientras que Quetzalcoatl era el dios tribal de los aztecas, para los tlaxcaltecas lo era Tezcatlipoca, el dios dual y antagónico de Quetzalcoatl (lo cual fomentaría esa visión de archienemigos). El bloqueo comercial impuesto por la Triple Alianza limitaría el acceso de los tlaxcaltecas a productos básicos como el algodón o la sal que no se podía obtener dentro de su reino; si bien tampoco contaban con depósitos de obsidiana para construir armas y herramientas pero este recurso no les faltaba, lo que sugiere una compleja red comercial (Carballo, 2020; chapter 6).

En la segunda década del siglo XVI, no mucho antes de que llegase Cortés,  Moctezuma II habría decidido conquistar de una vez por todas el reino de Tlaxcala. Pero sufrió un tremendo descalabro al perder su ejército a manos de los acérrimos tlaxcaltecas. La llegada de los españoles impide que los mexicas continúen su guerra de conquista del reino de Tlaxcala, y pasan a desarrollar otro tipo de guerra que les era desconocida: una guerra defensiva. Y este cambio de roles supuso otra permuta, ahora los tlaxcaltecas iniciaban su ansiada y esperada venganza. Hay quien apunta a que el intenso odio acumulado por los tlaxcaltecas -y por otros pueblos otrora vasallos de Tenochtitlán- podría haber alimentado las matanzas en Cholula y el Templo Mayor de Tenochtitlan durante la fiesta de Toxcatl. Ambos eventos son muy polémicos y probablemente nunca sabremos que ocurrió en realidad

No esta claro si la hueste de Cortés se dirigió a Cholula siguiendo el consejo de sus nuevos aliados tlaxcaltecas, quienes querrían ajustar cuentas con los cholultecas por viejas rencillas y poner a prueba la palabra del extremeño; si fue idea de Cortés para contar con una plaza fuerte entre la Villa Rica de la Vera Cruz y Tenochtitlán a pesar de la oposición de los tlaxcaltecas que preferían ir por las tierras de sus aliados huexotzincas; o si fueron los embajadores tenochtecas quienes se lo propusieron a Cortés, puesto que en esa ciudad se le estaba preparando una emboscada según nos cuentan las crónicas españolas. Esta última idea podría haber sido más una justificación a posteriori creada por los españoles, ya que por ejemplo Diaz del Castillo menciona que los aliados indios descubrieron que los cholultecas estaban preparando trampas para los caballos a modo de foso con estacas, lo cual es poco creíble dado que los mesoamericanos nunca habían luchado antes contra caballos y no tendrían conocimiento de esta táctica europea. El caso es que, según nos cuentan las crónicas, Cortés descubre la trampa e inicia una masacre que acaba con 3000 cholultecas, mientras las fuerzas de Moctezuma no intervienen y los aliados tlaxcaltecas solo aparecen al cabo de un par de horas y se suman al saqueo.  Como resultado, los españoles se hacen con una plaza fuerte y los aliados tlaxcaltecas se cobran su venganza, lo cual comenta la recién forjada alianza (Carballo, 2020; Chapter 6). 

Por otro lado, durante la fiesta de Toxcatl en el templo mayor de Tenochtitlan los españoles bajo el mando de Alvarado (Cortés se habia ido a la costa a hacer frente a Narvaez) atacaron y masacraron a parte de la aristrocracia reunida para la celebración en el recinto ceremonial del templo mayor. Por un lado, una teoría sugiere que los tlaxcaltecas habrían convencido a Alvarado y otros españoles de que los aztecas iban a sacrificarlos. Y los europeos, ya atemorizados ante la inmensa congregación de mexicas ataviados para la ocasión (muchos con su panoplia guerrera), decidieron que la mejor defensa era un buen ataque. Sin embargo, tampoco se puede descartar que todo hubiese sido planeado de antemano por los españoles. Es curioso que Alvarado no fuese castigado por Cortés por desobedecer sus órdenes a su regreso a Tenochtitlan  (como habría hecho con otros en otras ocasiones). No sería descabellado pensar que Cortés habría dado la orden para castigar a Moctezuma, de quien presumía que habría conspirado con el recién llegado Narváez para acabar con él. Además, la matanza sirvió para descabezar el ejercito azteca al acabar con un gran numero de guerreros aztecas de alta graduación (Carballo, 2020; Chapter 7).

Los primeros aliados de Cortés, los totonacas

Los primeros nativos con los que contacta Cortés son los totonacas, quienes estaban esperando la llegada de los recaudadores de impuestos mexicas. Cortés presiona a los totonacas para que se nieguen a pagar el tributo y apresen a los recaudadores. Pero aquí Cortés lleva una doble política: mientras los totonacas hacen lo que Cortés les dice, éste libera a dos de los recaudadores para que lleven a Moctezuma II un mensaje de amistad, puesto que Cortés estaba allí como embajador de Carlos V. Al enterarse del suceso, Moctezuma II decide organizar una acción punitiva con las fuerzas acuarteladas en Tizapantzinco y castigar la desobediencia totonaca. Los totonacas exigen la ayuda de Cortés a cambio de proporcionarles guerreros y guiarle hacia su posiblemente mejor aliado: los tlaxcaltecas. Cortés accede, y no llega a darse un conflicto armado. Los totonacas convencen a Cortés de que Tlaxcala es el archienemigo de los mexicas, y por lo tanto, sería relativamente sencillo contar con su alianza. De ser así, esto sugiere que Cortés en realidad hizo lo que convenía a los totonacas, y choca con la idea extendida de que el extremeño fue quien utilizó a los nativos aliados en su provecho (Cervera Obregón, 2019). En su camino hacia Tlaxcala los totonacas guían a cortés hacia Huexotzinco, donde incrementan el número de guerreros aliados que forman la hueste del extremeño. Muchos otros pueblos les reciben con los brazos abiertos y se les unen directamente; mientras que otros, más cercanos a los mexicas, se alían en secreto con Cortés para guardar las formas. 

Primeros encuentros entre españoles y tlaxcaltecas

La llegada de Cortés con sus aliados totonacas y otros pueblos en realidad fue vista con resquemor por los tlaxcaltecas, puesto que como hemos dicho, los totonacas eran vasallos de Tenochtitlán. Esto podría explicar la violencia de los encuentros iniciales. Pero a esto había que sumar la presencia del belicoso pueblo otomí en la frontera del reino de Tlaxcala. Los otomíes eran una suerte de pueblo refugiado que había pedido al reino de Tlaxcala asilo y asentamiento permanente a cambio de proteger sus fronteras. Los otomíes no eran realmente tlaxcaltecas, lo cual luego sería usado por los líderes de Tlaxcala para excusarse de los iniciales encuentros violentos contra los europeos. Uno de los héroes tlaxcaltecas más famosos fue Tlahuicole, quien de hecho tuvo origen otomí. Este guerrero fue finalmente capturado por los mexicas y enviado a Tenochtitlán, donde fue uno de los pocos prisioneros que fue capaz de vencer a siete guerreros águila y ocelot durante el ritual gladiator de Tlacaxipehualiztli (Cervera Obregón, 2019).

El primer encuentro entre otomíes y europeos tuvo el 2 de Septiembre de 1519 en una milpa de maíz y cultivos de maguey cerca del poblado otomí Tecóac. Esta batalla pasó a los anales como la batalla de Tecóac. Los otomíes, muy probablemente con apoyo Tlaxcatelca (Cervera Obregón, 2019), estaban comandados por Xicotencatl el Mozo y según las crónicas juntaron cuarenta mil efectivos, cifra del todo exagerada. Aunque finalmente los castellanos se impusieron, éstos perdieron en el lance dos caballos a cuchilladas, lo cual vino a demostrar a los nativos que los «centauros» eran vulnerables y mortales. Fueron quince días de duros combates, durante los cuales Cortés solicitó la paz hasta en cinco ocasiones. Mientras tanto, los embajadores de Moctezuma intentaban evitar que Cortés se aliase con los tlaxcaltecas. A su vez, ante el temor de que los españoles se aliaran con Tenochtitlán, los tlaxcaltecas finalmente se avienen a recibir cordialmente a Cortés, quien entra en la ciudad de Tlaxcala el 23 de septiembre de 1519, seis meses después de su desembarco (Bueno Bravo, 2015).

Esto viene a demostrar que los tlaxtacltecas NO fueron amistosos desde un primer momento con los europeos, como tal parece ser que ha quedado en el imaginario mexicano a día de hoy (Cervera Obregón, 2019).  No obstante, su ayuda fue esencial para la victoria final del extremeño. Sin la ayuda de tlaxcateclas, totonacas  y demás aliados, la hueste de Cortés no habría sido capaz de doblegar al Imperio mexica. 

El ejército tlaxcalteca

Francisco López de Gómara, tras sus iniciales encuentro hostiles contra Cortés en 1519, describe a los aliados tlaxcaltecas de esta gaita:

Era gente muy luzida, y bien armada, fegun ellos vfan. Aun que venían pintados cobixa y xagua, que miradolos al gefto parecían demonios. Trayan grandes penachos, y capeauan a marauilla. Trayan hondas, varas, lanças, efpadas, que aca llaman bifarmas, arcos y flechas fin yeruas. Trayan afsi mifmo cafcos, braçaletes, y greuas de madera, mas doradas, o cubiertas de pluma o cuero. Las coraças eran de algodón. Las rodelas y broqueles muy galanos, y no mal fuertes. Ca eran de rezio palo, y cuero, y con laton y pluma. Las efpadas de palo, y pedernal engaftado en el, que cortan bien, y hacen mala herida. El campo eftaua repartido por fus efquadrones, con cada muchas bozinas, caracoles, y atabales, que cierto era bien de mirar. Y nunca Efpañoles vieron junto mejor ni mayor exercito en Indias, defpues q las defcubrieron (Gómara, 1554. pp 75-76).

La jefatura del ejército recaía sobre un destacado capitán bajo las órdenes de uno de los cuatro dirigentes de las capitales tlaxcaltecas, además de otros tantos capitanes menores. En cualquier caso, existía cierta libertad de acción en las demás ciudades y esto explica por qué en el primer contacto con los españoles se presentó un ejército Otomi de la ciudad de Tecoac «sin conocimiento» de los máximos dirigentes. Por otro lado, el comandante en jefe era al mismo tiempo el portador del pendón y se situaba en la retaguardia del ejército. Cuando acababa la batalla clavaba el pendón en un lugar visible y aquel que no mostrase respeto sería castigado. Además, existía cierta ceremonia a la hora de combatir:

Tienen dos faetas, como reliquias de los primeros fundadores, que lleuan a la guerra dos principales capitanes, valientes foldados. En las quales aqueran la vitoria, o la perdida. Ca tiran vna dellas a los enemigos q primero topan. Si mata, o fiere, es feñal que vencerán, y fino que perderan. Afsilo dezian ellos, y por ninguna manera dexan de cobrarla (Gómara, 1554. pp 87-88).

Según Bernal Díaz del Castillo existía cierta uniformidad, encontrando incluso unidades exclusivas de lanceros o arqueros, con distintivos particulares según la partida de guerra. Por ejemplo en la batalla de Tehuacingo (1519) el rojo y blanco eran los colores dominantes. Es más, cada compañía, jefe e incluso región podría contar con su propia librea:

(…) y cada capitania con su divisa y librea, porque cada Cagique ansi las tenían diferenciadas como En nra castilla tienen los duques e condes (…) (Diaz del Castillo, 2010).

El uniforme normalmente estaba hecho de fibra de maguey (henequen) con un relleno vegetal confiriéndole un aspecto acolchado y en menor medida de algodón conseguido por estraperlo (no había algodón en sus tierras y los mexicas les tenían impuesto un bloqueo comercial). Podía ser de medio cuerpo y propio de las clases bajas, llamado ichcahuipilli, o de cuerpo entero y propio de nobles y veteranos, llamado tlahuiztli. Normalmente estaban ricamente pintados y decorados. Los capitanes también podían llevar una falda o capa llamada ehuatl con bandas, flecos y plumas de distintos colores. Como era común en todas las culturas mesoamericanas, solían decorarse la cabeza con plumas de diversas aves y colores. Lo más normal era una banda bicolor entrelazada roja y blanca con tres plumas blancas, a veces acompañadas de pequeñas hileras de plumas de garza. Gracias a esta banda bicolor los españoles eran capaces diferenciar a sus aliados tlaxcaltecas de sus enemigos tenochtecas. Unas plumas más grandes indicaban que el portador era un noble, mientras que el cacique estaría coronado por plumas de quetzal, las más valoradas. Los plebeyos normalmente iban descalzos, pero los nobles usaban unas sandalias o cactli de cuero fijadas por correas que a veces cubrían hasta la rodilla a modo de espinilleras.

Los nobles o veteranos solían llevar el pelo largo o incluso al estilo temilotl (una especie de moño justo en la parte superior de la cabeza). Además es probable que al igual que los mexica se organizaran en unidades de elite de carácter zoomórfico, ya que los lienzos y códices que nos han llegado revelan a guerreros con cascos de madera o cuatepoztli con la forma de la cabeza de un águila, león o jaguar. Quizás menos importantes habría representados otros animales, como el caimán, ciervo, garza, puma, pato, etc. Destacan especialmente los guerreros coyote o toxcoyotl (“cara coyote”). Normalmente su uniforme o tlahuiztli era de color amarillo, aunque el Códice Matritense revela bastante variedad de colores, probablemente siendo indicativo de estatus social: tlapalcoyotl (“coyote rojo”), tlecoyotl (“coyote de fuego”, con el tlahuiztli decorado con plumas rojas de guacamayo a modo de llamas), citlalcoyotl (“coyote tachonado de estrellas”, de plumas negras con algunas blancas dispersas), tlilticoyotl (“coyote negro”, de plumas negras de pavo), itzacoyotl (“coyote blanco”), tozcoyotl (“coyote de plumas amarillas de loro”) y xiuhcoyotl (“coyote azul”).

En cuanto al armamento, era exactamente el mismo que el méxica. Pero una diferencia bastante importante era un mayor uso del arco, especialmente por los guerreros otomi.  De hecho, Sahagún en sus crónicas menciona que los arqueros tlaxcaltecas al servicio de Cortés eran otomi. Los escudos o chimalli serían idénticos a los de sus archienemigos méxicas, hechos de fibras de maguey sobre una base de cañas y normalmente con una falda de cuero o tela y decorados con plumas. Además, compartían la misma simbología o heráldica, donde de nuevo el emblema más habitual era la serpiente emplumada. A razón de esto, al comienzo de artículo he recogido nuevos escudos que no publiqué en entradas anteriores. Entre ellos se puede observar una variante del macpallochimalli («escudo de mano»), poztequichimalli («escudo hendido», a dos colores) o el tozmiquitzyochimalli («escudo de la cabeza de muerte de plumas amarillas de loro»).

Además, aquí os dejo un par de guías de pintura para pintar tlaxcaltecas en 15mm, un plebeyo y un guerrero coyote:

Bibliografía

BUENO BRAVO, I (2015). Los aliados de Cortés en la Conquista de México. Revista de Historia Militar, 118 (2015), pp13-42.

CARBALLO, D. M. (2020). Collision of words. A Deep History of the Fall of Aztec Mexico and the Forging of New Spain. Oxford University Press. July, 2020. 

GÓMARA, F. L. (1554). Historia de Mexico: con el descvbrimiento dela Nueua España, conquistada por el muy illustre y valeroso principe don Fernando Cortes, marques del Valle, Efcrita por Francifco Lopez de Gomara, clerigo. In: Capitulo: Que fe juntaron ciento y quarenta mil hombres contra Cortes. En cafa de Iuan Steelfio. pp 75-76.

HEATH, I. (1999). Armies of the Sixteenth Century: Armies of the Aztecs, the Incas, other native peoples of the Americas and Spanish America, 1450-1608. In: Capítulo 2, Mesoamerica c. 1450-1600. Foundry Books. pp 52-55.

OBREGÓN, M. A. O. (2011). La Guerra florida en el mundo azteca-mexica. In: Desperta Ferro, Historia militar y política de la antigüedad y el medievo nº 9. Desperta Ferro ediciones. pp 36-38

OBREGÓN, M. A. O. (2019). La Batalla de Tecóac, Tlaxcala y los enfrentamientos hispano otomíes, una vision desde la perspectiva de la historia militar. Revista Chicomoztoc, Vol 1, No 1, Enero 2019.

SÁNCHEZ ALBARRÁN, A. (2016). La Conquista de México desde el punto de vista azteca. Trabajo fin de grado. Universidad de Cádiz.

Otras lecturas recomendadas

CÓDICE MATRITENSIS O DE BERNANDIDO DE SAHAGUN: enlace

DIAZ DEL CASTILLO, B (2010). Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España. Tomo I. Cambridge University Press.

11 thoughts on “Los tlaxcaltecas y otros aliados de Cortés”

  1. Buenas Ruben.

    Felicitarte por este artículo, tanto por el texto como por la explicación de los colores utilizados y las fotografías que has puesto. Si no te importa que te le diga, cuando miro tus figuras es como si Wargames y toda su época dorada siguiera viva.

    Lo dicho. Un gran trabajo. ANIMO Y SIGUE ADELANTE.

    Antonio (Jaén)

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *